Improvisaciones educativas
14 de junio de 2020

Resulta estéril llorar por la leche derramada. Es una realidad incontestable que el Gobierno ante la Covid-19 actuó tarde, con torpeza, y no supo organizar el aprovisionamiento del material necesario. Tampoco se puede negar que la cifra oficial de muertos no se corresponde con la real. En lo que va de año, ha habido 43.476 fallecidos más que en la serie histórica, mientras que el Ministerio de Sanidad asegura que solo ha habido 27.136 defunciones por coronavirus.

Aunque lo urgente consista en paliar las consecuencias, hay que dedicarse también a lo importante a largo plazo: asegurar la sostenibilidad de nuestra economía. A alguien debiera preocuparle que España lidere el desplome de la OCDE. Lo peor de estar descentrados es la precipitación con la que el Gobierno improvisa continuamente. Los ciudadanos se desconciertan cuando, súbitamente, sin haberse estudiado las materias en profundidad, el Consejo de Ministros aprueba nuevas medidas, con plazos de ejecución casi inmediatos. A continuación, vienen las rectificaciones, cuando no las contradicciones entre ministros.

Un ejemplo grave se refiere a la regulación de la vuelta de los alumnos a clase. Tras el anuncio de una lluvia de millones no reembolsables a las comunidades autónomas, se han ido alterando los criterios: que se destinase más financiación donde la Covid-19 hubiera incidido más, o allí donde el desarrollo hospitalario fuera menor, o donde la dispersión de la población en el territorio resultase mayor, etc. Tras manifestar que la prioridad residía en el fortalecimiento de la sanidad ante un posible rebrote en otoño, vino una modificación: que 2.000 millones se invirtieran en educación.

Fuente: Vocento

El nuevo ajuste lo provocó la ministra Celaá, que pasó de sostener que los alumnos no universitarios no regresarían a las aulas a que lo harían la mitad, y después que volverían todos y que habría tan solo 20 estudiantes por clase, con una distancia entre ellos de 2,5 metros. De poco ha servido que el consejero de Educación de la Comunidad de Madrid le dijera que esas disposiciones eran irrealizables. El descontento de las distintas comunidades, no importa su color político, ha sido mayúsculo, porque ni se
saben los criterios reales para la distribución de los fondos, ni para remodelar las aulas o contratar más profesores.

La falta de transparencia se percibe en los dos datos más relevantes para el reparto de financiación: el dinero por cada alumno no universitario y el
número de estos por profesor. La región que más dinero recibe por estudiante es Baleares (217,01 €), que se sitúa como la 11 con más alumnos por maestro (11,4). Le siguen Navarra, con 203,06 €, pese a encontrarse en duodécima posición (11,1 a/p), y Madrid (198,67 €/a), la comunidad con más estudiantes por docente (13,9). Cantabria se trata de la que menos euros recibe (179,62), con 10,9 a/p; y Galicia, con 184,18 € es la tercera que menos dinero percibe, pero también la que tiene menos alumnos por profesor.

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