Grecia evidencia los defectos del euro
9 de junio de 2015
Por admin

El sainete de la deuda griega pone en evidencia cinco graves defectos del euro desde sus mismos inicios. Uno de ellos fue el pronto olvido de la prohibición de rescatar los Estados-miembro incapaces de atender a sus obligaciones financieras. El segundo, el incumplimiento de la regla, esencial en una unión monetaria, de mantener siempre equilibrados los Presupuestos de los Estados-miembro. El tercero es otro más recóndito: la posibilidad de financiar sin límite los déficits de las balanzas de pagos de las naciones de la Eurozona, con un misterioso sistema llamado TARGET 2, que les explicaré. Cuarto y por si esto era poco, el BCE ha añadido leña al fuego mostrándose dispuesto a suministrar liquidez sin límite a los bancos comerciales abocados a la suspensión de pagos no por falta de liquidez, sino por insolvencia. Y el defecto fundamental: considerar el euro como la bandera política de la Unión Europea.

Ahora, los pícaros gobernantes griegos utilizan estos fallos del euro-sistema para retrasar el momento de poner orden en su economía, y se cubren acusando a los alemanes de humillar y empobrecer su país y de echar abajo el euro. El chantaje griego tiene graves consecuencias políticas para la UE y para sus miembros. Son consecuencias aparentemente contrapuestas pero que minan la estabilidad del Continente: en un extremo, abocan a los euro-entusiastas a pedir la pronta unión fiscal de la Eurozona; y, en el otro, dan ánimos a los votantes de los partidos populistas que se muestran dispuestos a imitar el comportamiento de Syriza.

Las exigencias del Minotauro

A los griegos se le han prestado ingentes sumas pero no se cansan de pedir más. En 2010, los miembros de la eurozona (incluida una España en crisis) le prestaron 80.000 millones de euros y el FMI, 30.000 millones. En 2012, los acreedores privados de Grecia aceptaron una quita de 106.500 millones, más de la mitad de lo que el Estado griego les debía. Ese mismo año hubo un nuevo rescate de 130.000 millones, más la liberación de 34.000 millones retenidos del primer rescate por incumplimiento de los compromisos anteriores. También el nuevo crédito se iría liberando por tramos, a medida que el Gobierno griego realizara las reformas requeridas. El tramo pendiente ahora es el que los griegos están esperando como agua de mayo para devolver parte de su deuda al FMI. Como siempre, son rogativas sin propósito de enmienda. A todo esto hay que añadir los 110.000 millones que el BCE ha prestado hasta el momento a los bancos griegos. Sumemos, aunque aún falta una partida. El total de lo entregado o perdonado o comprometido suma, pues, 456.700 millones de euros, para un país cuyo PIB se calcula en 240.000 millones. En un interesante artículo en EXPANSIÓN del 5 de junio, el profesor Pablo Triana ha calculado que además el coste financiero del rescate para Grecia está siendo de un menos 0,3%. Yo también quiero. No es esto todo. Grecia ha recibido además ingentes sumas del sistema TARGET 2 de compensación intra-europea de saldos bancarios. Imaginemos que un motero griego de estampa semejante a la del ministroVaroufakis quiere comprar una moto alemana. Para ello pide un crédito a su banco en Atenas, que a través del Banco Central de Grecia envía esos fondos al Bundesbank, quien permite al banco del fabricante descontar el correspondiente pagaré; todo ello por una mínima comisión. Al final de cada día laborable, el neto (positivo o negativo) de las transacciones de cada uno de los bancos centrales nacionales se traspasa al BCE. Si las salidas del conjunto de los bancos centrales son mayores que las entradas, el BCE creará dinero para cubrir la diferencia. Ello supone una financiación extra para los países que tengan un déficit estructural en su sector exterior. Así es como la España de Zapatero pudo acumular un déficit en la balanza de pagos equivalente al 11% del PIB. Agujeros de esta cuantía se deben a que la Eurozona concibe el suministro de liquidez a los países de la zona euro como un servicio público incondicional. Si en vez de financiarse de esta manera con el BCE pagando comisiones mínimas, los países deudores tuvieran que pedir ese servicio a un sistema privado de compensación carente del poder de crear dinero legal, el coste de la transacción aumentaría a medida que el déficit (y el riesgo) exterior de cada país fuera más abultado; ello supondría un freno automático para los países con políticas comerciales y financieras imprudentes.

El Banco Central de Grecia había conseguido acumular a 30 de abril de 2015 una deuda con el sistema TARGET 2 de nada menos que 99.000 millones de euros (más del doble que a final de noviembre). Dado que la balanza de pagos griega está cerca del equilibrio, ese aumento tan rápido de lo debido por Grecia al sistema TARGET 2 tiene que ser un reflejo de una creciente fuga de capitales. Sea esto como fuere, Grecia ha recibido así préstamos adicionales del BCE por valor de casi 100.000 millones de euro. En resumen, el montante total de las ayudas concedidas o acordadas para una Grecia en perpetua crisis y descarada rebeldía alcanza hasta el momento 564.000 millones de euros, equivalente a bastante más del doble de su producto anual bruto.

El euro como bandera

Las consecuencias políticas de este eterno financiar y salvar a Grecia son preocupantes. El euro se creó para que fuera una moneda sólida, que obligara a los Estados-miembro a evitar los déficits presupuestarios y la financiación con deuda de los servicios sociales. El mensaje que transmiten las autoridades europeas es que, al final, el comportarse como lo está haciendo el Gobierno del Sr. Tsipras no tiene otras consecuencias que el regalo de más dinero. Los aficionados a las novelas de detectives saben que el chantajista nunca se sacia. Lo mejor es señalarle el camino de la puerta. Pese a ello, los europeos, con tal de evitar la bancarrota de Grecia y su forzada salida del euro, parece que estamos dispuestos a cualquier cesión; eso sí, frunciendo el ceño con severidad. Quienes están tratando a Grecia con tanta paciencia no hacen sino alimentar el voto populista contra la necesaria austeridad: muy otra sería la actitud de los españoles frente a Podemos si quedaran evidentes las consecuencias del populismo griego.

La indulgencia con la que estamos tratando a los griegos se disimula reclamando a grandes voces una Hacienda Europea centralizada que controle el déficit público de los Estados-miembro. Al menos de momento es una solución imposible. Además, sería el primer paso hacia una Europa de impuestos altos y sector público agobiante, con lo que el remedio me recuerda al de las sanguijuelas de tiempos de Cervantes.

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