El régimen intervencionista que gobierna España es tan insensato que cree que la ideología puede burlar a la economía. Las orgías de gasto gubernamental siempre tienen una resaca de declive, porque la deuda hay que pagarla, lo que compromete el futuro bienestar de los niños actuales.

Cuando los análisis cuantitativos rigurosos realizan previsiones de crisis, nos hallamos ante una advertencia insoslayable para cambiar las políticas económicas. Lamentablemente, la Moncloa no ha querido hacer caso de estos avisos de alarma para que no le amarguen su festiva campaña de propaganda.

La OCDE elabora mensualmente el Indicador Adelantado Compuesto (IAC), un índice diseñado para detectar señales tempranas de puntos de inflexión en los ciclos económicos, a través de la variación de la actividad en torno a su nivel potencial a largo plazo. El último IAC es funesto para España, con una puntuación de 95,53, la más baja entre los países analizados. Estonia, con 101,65 puntos, es la nación mejor valorada. La siguen Irlanda (100,94), Finlandia (100,87), Suiza (100,81) y Noruega (100,45).

En un mundo absolutamente globalizado, el atractivo para invertir en un país depende siempre de las expectativas que presenta. Cuando las predicciones son excelentes, aparte de anunciar un progreso manifiesto, también proporcionan el aliciente de una mayor confianza. Por el contrario, cuando un país se perfila como la Cenicienta del pronóstico de la OCDE, su evolución suele resultar peor de lo esperado, porque el miedo agrava el diagnóstico.

Fuente: Actualidad Económica

El ranking de hoy también sirve para saber el grado de causalidad de la pandemia en el mal resultado económico de los países. La variación de los valores del IAC desde enero de 2020 al mismo mes de 2021, expresada en porcentajes, permite comparar las previsiones de las naciones en el contexto del coronavirus. Sorprenden, y mucho, las conclusiones obtenidas. Hay territorios en los que, a pesar de la pandemia, el IAC ha mejorado notablemente, como Estonia (2,889%), Polonia (2,079%), Suiza (1,640%) y Finlandia (1,472%). Desafortunadamente, de nuevo, España no solo no ha recuperado los niveles de enero de 2020, sino que su balance es escandalosamente negativo (-4,279%): el peor de Europa. Un valor tan desastroso no puede deberse solo a la pandemia, especialmente porque, cuando se estimó el IAC, la perspectiva de las vacunas ya estaba en el horizonte.

El problema radica en que ese mal dato viene acompañado de otros más preocupantes. España, junto con Grecia, tiene un 16% de paro, la cifra mayor de Europa, lo que supone más de cuatro millones de desempleados. Nuestro país también ha experimentado un aumento histórico de su deuda pública, alcanzando un 117% sobre el PIB, partida que se cuantifica en 122.000 millones de euros. Por último, las proyecciones macroeconómicas del Banco de España sobre nuestra economía para el periodo 2020-2023 son también desalentadoras. Destaca que el déficit de las Administraciones Públicas en 2020 se situará entre el 10% y el 12,6%.

Una receta que salvaría nuestra economía consistiría en que Sánchez hiciera de la necesidad virtud e imitara la coalición que formó Merkel con el otro gran partido de la nación. La Moncloa ha de asumir la realidad y romper con su actual socio para practicar el ajuste del gasto público que le exige la Comisión Europea. De otro modo, a España la intervendrán y podría convertirse en un Estado fallido, como ahora lo es de facto Grecia. ¡Todavía estamos a tiempo!

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