El palo y la zanahoria
19 de junio de 2016
Por admin

Si algo tienen en común los sistemas de reparto interregionales es que quienes ponen el dinero siempre se quejan de que aportan demasiado. Además, consideran que su cuota no consigue que se acorten las diferencias porque se dedica a cubrir gasto corriente, en lugar de invertirse en desarrollo. Por el contrario, las comunidades que reciben fondos reprochan que no son suficientes para mejorar su situación y equipararse al resto. La realidad es que la brecha económica entre regiones más y menos desarrolladas se mantiene, a pesar de las generosas ayudas europeas.

La pregunta del millón es determinar qué porcentaje de PIB debe dedicar una comunidad autónoma a ayudar a las demás. Por ejemplo, diversos políticos catalanes argumentaban años atrás que «destinaban el 9% de su PIB» al sistema común, cuando la solidaridad «está limitada por ley al 4% del PIB regional en Alemania». Sin embargo, ni una cifra ni la otra son correctas, ya que todos los estudios rebajan el cálculo de la Generalitat y, además, no hay ningún límite legal a las transferencias fiscales en Alemania. De hecho, un reciente estudio de Fedea señala que, si se adaptase a España el modelo alemán, Cataluña apenas se quedaría para sí con un 0,36% más de su PIB, por un 0,79% en el caso de Madrid, un 0,54% en el de la Comunidad Valenciana, 0,37% en Murcia o un 0,09% en Andalucía.

El modelo germano ha resultado ser más eficiente que el espa- ñol a la hora de promover el desarrollo económico. Por ejemplo, Baviera era la segunda región más pobre de la República Federal Alemana al término de la Segunda Guerra Mundial, y hoy es la tercera con mayor PIB per cápita. En cambio, en España, las comunidades que estaban a la cola hace 40 años siguen en los últimos puestos. Sin embargo, la causa de que Alemania tenga un mejor «ascensor económico» no está en que las regiones ricas aporten más, sino en que las que se hallan en la media de riqueza también lo hacen y, sobre todo, en que las pobres también reciben menos. De hecho, si se aplicase el modelo teutón en España, las receptoras netas dejarían de percibir hasta casi una dé- cima parte de sus presupuestos.

En concreto, Cantabria perdería la financiación equivalente al 2,68% de su PIB, seguida de Extremadura (2,48%), La Rioja (1,93%), Castilla y León (1,26%), Galicia (1,05%) y Asturias (1,01%). En un escalón más bajo quedan CastillaLa Mancha, Aragón, Baleares y Canarias, que perderían ingresos de entre un 0,32% y un 0,66% de su PIB. No es casualidad que casi todas las regiones que saliesen perjudicadas perderían más que lo que ganarían aquellas que resultasen más favorecidas. Esto se debe a que en España hemos implementado un mal sistema de recompensas. En lugar de dar un palo a las regiones que aplican malas políticas económicas y una zanahoria a las que lo hacen bien, hemos regalado las zanahorias a las primeras. Esto, a la larga, supone un palo en las ruedas de su progreso, porque los políticos no se ven en la necesidad de buscar el desarrollo de la comunidad para obtener recursos e implementar políticas sociales: el dinero les cae del cielo.

Por último, hay que recordar el caso de País Vasco y Navarra. Según un cálculo del Ministerio de Hacienda, País Vasco tendría que poner 4.624 millones al sistema común, mientras que a Navarra se le exigirían 963 millones. No obstante, la extrapolación del estudio de Fedea muestra que se podría ahorrar más de una décima parte de esta cantidad si España tuviera el modelo de financiación alemán. 

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