El horroroso legado económico de Sánchez
16 de febrero de 2019
Por admin

Pedro Sánchez sabe que su tiempo en la presidencia del Gobierno se acabará el 28 de abril. De hecho, sólo habrán sido unos meses y demasiados parecen para quien no sólo llegó a lomos de una alianza construida sobre la base del odio a España y a nuestro sistema de convivencia y reconciliación emanado de la Constitución de 1978, sino que en tan poco tiempo ha impulsado un conjunto de iniciativas económicas que suponen un daño muy serio a nuestra estructura económica. Su primera medida fue incrementar los objetivos de déficit para los años 2018 y 2019, nada menos que en 5 décimas cada año, es decir, 5.000 millones más de endeudamiento anual. Si uno de los problemas de la economía española es su elevado nivel de endeudamiento, Sánchez intensificó la presión deudora sobre España. Posteriormente, en su negociación de los presupuestos con Podemos, acordó una serie de medidas muy perjudiciales para la economía española. Incrementaba el techo de gasto no financiero en los 5.000 millones comentados, y volvía a ligar las pensiones al IPC, poniendo en riesgo la sostenibilidad del sistema, en un claro ejercicio de irresponsabilidad. Adicionalmente, llevó a cabo, por decreto, la subida de un 22,3% del salario mínimo interprofesional. Dicha subida es letal para toda economía, porque eleva los costes hasta un punto en el que las empresas no podrán mantener contratados a muchos de esos trabajadores. Quienes van a sufrir los efectos negativos de dicha subida van a ser los trabajadores menos cualificados, que con su trabajo no puedan generar un valor añadido que cubra el coste laboral más el margen necesario para que la empresa pueda continuar generando actividad económica y empleo. Incluso pretende derogar la reforma laboral que impulsó la creación de cerca de 3 millones de empleos.

Por otra parte, dentro de su irresistible tendencia al gasto, pretendía cubrir con feroces subidas de impuestos el desfase presupuestario. Una subida de hasta 4 puntos en el IRPF, elevación del tipo efectivo de Sociedades al 15%, incremento de gravamen sobre los hidrocarburos, el tributo sobre las transacciones financieras o sobre determinados servicios digitales, o la subida del 7% a las cotizaciones máximas y del 22,3% a las mínimas (estas dos sí que se han aplicado ya), habrían mermado la renta disponible de los españoles y habrían espantado inversiones y empleo. De hecho, ya se han visto los primeros efectos de la subida del salario mínimo: en enero, 205.000 personas perdieron su puesto de trabajo, cifra que muestra la gran intensidad del perjuicio de la medida comentada. Y, sobre todo, ha aplicado una política económica que ha generado una gran inseguridad y desconfianza, por carecer de solidez y de coherencia. Y la desconfianza es el peor sentimiento que pueden tener los inversores y el conjunto de agentes económicos, que huyen de ella. Y con esa huida se van inversiones y puestos de trabajo. Confianza que cuesta mucho trabajo recuperar, con lo que Sánchez deja ya el mal hecho.Y eso se hace notar. Sánchez recibió una buena herencia económica, cuya inercia le ha permitido presentar unos buenos números durante un tiempo. Es más, si las cifras se miran en el conjunto del año, dicha inercia enmascara el deterioro que los indicadores ya marcan en los últimos meses.

Los síntomas de desaceleración son evidentes:

Se crea un 23% menos de empresas que cuando Sánchez llegó al Gobierno y se destruye un 73% más.

En la inversión extranjera recibida, llega sólo la tercera parte de las inversiones que llegaban justo antes de la moción de censura.

También hay desaceleración en la entrada de pedidos en la industria, con una caída de más del 2% en los bienes de equipo, básicos para la inversión.

Cae el Índice de Producción industrial un 4,2% interanual, con la producción de bienes de consumo duradero cayendo más de un 10% y la producción de bienes de equipo cayendo más de un 3%, que denota el empeoramiento de confianza y expectativas.

Se nota cierta atonía de la demanda, con menor presión sobre los precios.

Pese al retraso que lleva siempre el empleo, incluso en la Encuesta de Población Activa (EPA) se ve la desaceleración, donde de crearse casi 200.000 empleos en el tercer trimestre, pasa en el último a crear sólo poco más de 35.000, con importante destrucción de empleo en los dos sectores principales de la economía: industria y servicios.

La propia contabilidad nacional muestra el deterioro de la actividad económica, por mucho que quede maquillada tras el dato global: se desacelera un 37,5% el consumo de los hogares, cae la inversión 2 décimas (cuando Sánchez llegó al Gobierno crecía un 3%), cae la industria casi un punto de PIB, la construcción empeora un 25% y el comercio disminuye su crecimiento un 83%. Sánchez sólo sostiene un cierto ritmo de actividad económica aumentando un 50% la aportación del gasto público, es decir, endeudando más a los españoles y, perjudicando el crecimiento.

Por tanto, Sánchez deja un legado económico terrible. Nunca nadie en tan poco tiempo fue capaz de incidir negativamente en la economía –y en todo– tan rápido, ni siquiera Zapatero. Ojalá que pronto sea sólo un triste recuerdo.

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