Desaceleración y el motor del libre comercio
16 de julio de 2016
Por admin

Los datos publicados ayer sobre la economía española confirman que la actividad económica se desacelera. Así, el INE informó de que las ventas del sector servicios de abril y mayo cayeron en tasa mensual (-0,1% y -0,2% respectivamente). La industria siguió el progresivo deterioro que se inició a finales del año pasado; así, la variación anual del Índice General de Cifras de Negocios en la Industria fue en mayo de este año del –4% si se eliminan los efectos estacionales y de calendario.

Por su parte, el Índice de Confianza Empresarial, elaborado por el INE y publicado esta semana, indica que, en este tercer trimestre, el 20,3% de los establecimientos empresariales se muestran positivos sobre la marcha de su negocio, mientras que el 21,4% prevé un trimestre desfavorable, lo que arroja un saldo del -1,1%. También sorprende negativamente el balance de expectativas (diferencia entre los porcentajes de empresarios optimistas y pesimistas sobre la marcha de su negocio), que se pone en negativo (–1,1 puntos) en el tercer trimestre, frente a los +1,9 del trimestre anterior.

Afortunadamente, las exportaciones de bienes y servicios aumentan y compensan el menor crecimiento de la demanda interna. Algo que viene sucediendo desde el inicio de la crisis, en 2008, cuando se produjo una fuerte contracción de ésta, lo que causó un impacto muy perjudicial en la economía nacional. Esto llevó a nuestras empresas a salir al exterior mediante el fortalecimiento de las exportaciones y de la inversión directa en el extranjero. Esta estrategia generó un importante incremento de nuestras ventas en otros países, lo cual ha sido vital para la continua y ardua recuperación que ha vivido la economía española en los últimos años.

Así, las exportaciones han ganado peso, pasando de representar el 22% del PIB en 2009 al 33% en 2015. Esto se explica por el aumento en el número de empresas que exportan desde España, y también por la búsqueda y hallazgo de nuevos mercados que no pertenecen a la zona euro, como es el caso de EEUU.

Los Tratados de Libre Comercio

Los Tratados de Libre Comercio (TLC) buscan reducir las barreras en el intercambio de bienes y servicios entre países. Estos tratados tienen tanto efectos positivos como negativos para las economías nacionales. A continuación, describiremos algunos de los primeros.

Los TLC son una forma de negociación entre países que ayudan a lidiar con diferentes imperfecciones del mercado. En ese sentido, contribuyen a reducir las restricciones sobre algunos productos; disminuyen los aranceles, para que los productos sean más competitivos; así como los excedentes de producción; y corrigen déficits de ésta en productos estratégicos, además de mantener el andamiaje industrial en altos niveles de producción y potenciar la inversión.

Uno de los ejemplos más destacados, y que nos atañe de forma inmediata, lo constituye la Unión Europea (UE), la cual demuestra cómo entre países vecinos y cercanos se pueden transferir productos sin impuestos, ni barreras, logrando que las empresas amplíen sus mercados a la vez que se tornan más competitivas.

PWC realizó una encuesta a 355 personas sobre la coyuntura de la economía española y los tratados de libre comercio. La mayoría de los consultados manifestó estar de acuerdo con el libre comercio, afirmación que sustentan en el mayor bienestar y calidad de vida del pueblo español. A su vez, los resultados muestran que estos tratados deben estar enfocados a la reducción de aranceles, al comercio de servicios, a la resolución de disputas, a la protección de competencias y a la definición de normas estándar.

La importancia del comercio con EEUU y del TTIP

Precisamente, esta semana estuvo de visita en España el presidente de EEUU, Barack Obama, con el fin de reforzar los lazos tanto políticos como económicos entre ambos países. Afortunadamente, la relación comercial se ha venido fortaleciendo en los últimos años, dando lugar a un incremento significativo de las exportaciones entre las dos naciones, hasta el punto de que, para España, EEUU se ha constituido en el segundo socio más importante después de la UE.

En este sentido, el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP por sus siglas en inglés), que se lleva negociando desde hace tres años, se podría convertir en una oportunidad más, tanto para España como para el conjunto de la UE, de aumentar las exportaciones hacia el Norte de América.

Un Tratado que beneficiará a la economía española, no sólo por la reducción de los procedimientos y trámites para poder exportar, sino también por la facilidad para invertir al otro lado del Atlántico.

De aprobarse, reportará mayor crecimiento y empleo a todos los firmantes. Según la Comisión Europea, la puesta en marcha del Tratado podría generar 335.000 nuevos puestos de trabajo en los primeros cinco años. Sin embargo, todavía existen trabas para su firma. Por el lado europeo, porque parte de la ciudadanía, contagiada por los movimientos populistas, lo ve como algo negativo. Por el lado americano, debido a las dificultades que reviste el reducir las regulaciones del sector de la salud (en contraparte están los productos alimenticios) o la legislación Buy American, que favorece la adjudicación de contratos a empresas de EEUU.

La necesidad de un gobierno estable

En definitiva, a mediados de este año, se está produciendo una pérdida de impulso en el crecimiento económico. Y eso a pesar de los bajos precios del petróleo, que están volviendo a disminuir, de la política monetaria relajada del Banco Central Europeo y del tono expansivo de la política fiscal, aunque ello suponga un flagrante incumplimiento de los objetivos de déficit público. Es precisamente esta política fiscal expansiva la que puede generar un incremento de la deuda pública que podría resultar insostenible. En este sentido, se debe le poner coto para no originar una crisis tributaria. 

La necesidad de una política impositiva más ortodoxa y los datos de coyuntura que vienen apareciendo en los últimos meses señalan la conveniencia de aplicar reformas de fondo, que permitan cambiar la estructura económica de España. Hacen falta medidas que aumenten el nivel industrial de nuestro país, el tamaño de las empresas, el gasto en I+D y la productividad.

Para ello, España necesita, cuanto antes, un gobierno estable que dé confianza a los inversores, facilite a nuestras empresas generar una mayor innovación, favorezca la inversión directa extranjera, reduzca el déficit público y alcance una mayor unidad de mercado. A la espera de ese gobierno, los empresarios y los consumidores retrasan sus decisiones económicas, y la espera política se convierte en una de índole económica: una parálisis que no es saludable. Por tanto, no conviene que los tratados comerciales internacionales también se queden aguardando a Godot. Podrían ser nuestra única vía de oxígeno.

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