Covid-19, ¿bache en la Nueva Ruta de la Seda?
1 de septiembre de 2020

Pese a la dificultad de estudiar desde la posición de meros espectadores todos los fenómenos relacionados con China, a causa de la falta de transparencia de su Gobierno y el evidente sesgo de las plataformas informativas del gigante asiático (algo esperable en la era digital, de hiperinformación y democratización de las noticias), se pretende analizar aquí el impacto que la covid-19 ha tenido sobre el proyecto de la Nueva Ruta de la Seda. 

En 2013, el Gobierno chino presentó la iniciativa “One Belt One Road”, también conocida como “Belt and Road Initiative” (OBOR o BRI), incluyéndola en la Constitución del Partido Comunista como un eje central para la política exterior del presidente, Xi Jinping. Una de las características más importantes a la hora de ver cómo influyen los factores externos en el proyecto es, precisamente, la identificación de Xi con él. Esto hace que todo aquello que resulte un problema para la iniciativa afecte también negativamente a la imagen del presidente fuera y dentro de la República Popular China, a lo que se sumarán los efectos económicos consecuentes. Se trata de un plan ambicioso, que abarca todos los sectores económicos, políticos y sociales, y que ha sido altamente glorificado por las estructuras mediáticas, controladas por el Partido Comunista. 

Desde su presentación hasta el momento, el Ejecutivo ha prometido billones de dólares a otros gobiernos, especialmente de países en vías de desarrollo, a los que, según Carmen Reinhart, economista jefe del Banco Mundial, destina un 60% de sus préstamos, en forma de inversiones en infraestructuras como puertos, plantas eléctricas, autopistas en África, Asia central, el sudeste asiático y Latinoamérica, aunque la cartelera de naciones cada vez se ha ampliado más, hasta incluir a algunas de Europa. Sin embargo, la pandemia ha llevado a la adopción de medidas radicales para contener y evitar la propagación del virus, lo que ha provocado una parálisis de la mayoría de economías mundiales. Por un lado, esto ha motivado la petición de algunos Estados menos desarrollados y con menos recursos económicos, como el de Pakistán, de posponer las obras o, al menos, la extensión del período establecido para pagar las deudas contraídas con el Gobierno chino. Por otro, ha ocasionado el retraso de proyectos de construcción, ya que el número de trabajadores de los que se disponía ha disminuido. Es el caso de Vietnam, que ya contaba con un aplazamiento de aproximadamente cuatro años, y que, con el inicio de la pandemia, ha ralentizado aún más las pruebas de la línea de metro de Hanoi.


La pandemia ha ocasionado efectos negativos en la economía china, su imagen y relaciones exteriores


Esto conlleva una serie de efectos negativos, no solamente sobre la economía china, sino también en su imagen y sus relaciones exteriores. No en vano, la pandemia ha golpeado económicamente también a todos aquellos países que invertían en el BRI. Estados que aportaban fondos al proyecto mediante la exportación de productos afrontan una crisis de la demanda que no les permitirá mantener el nivel de inversión realizado hasta el momento. Por otro lado, en términos diplomáticos, China se halla en la tesitura de tener que acometer cambios en los acuerdos bilaterales con aquellos Estados en los que efectúa inversiones y construcción de infraestructuras, a fin de suspender o alargar las condiciones de pago de sus deudas. Muchos de ellos, en vías de desarrollo, sobre todo en África, se enfrentan a problemas para devolver los préstamos a China. Zambia ya ha renegociado la deuda, mientras que Ghana, Angola y Kenia están en proceso. El G20 ha alertado a dichos países de que estas modificaciones pueden traer consigo variaciones que no han sido acordadas conjuntamente en algunas de las cláusulas. Así, se pueden encontrar con que, a causa de la suspensión del pago de las deudas, China reclame los derechos a un puerto, mina u otras infraestructuras que haya construido en dicho territorio. Estas prácticas dañan la imagen internacional de China, tanto desde la perspectiva de estos países en vías de desarrollo donde el BRI suponía una ayuda como a ojos de Estados occidentales que lo interpretan como una estrategia para controlar puntos clave muy beneficiosos para el gigante asiático. 

El impacto económico de la covid-19 sobre la iniciativa es innegable, aunque Pekín argumenta que se tratará de un desajuste temporal y que el BRI remontará, aunque con algunas diferencias. Y es que, como hemos dicho, este constituye una de las grandes apuestas del presidente chino, quien lo considera una parte de su legado a la República Popular China. Según The Diplomat, ocupa el puesto número ocho en la lista de las diez prioridades de Xi, después de la preservación del poder del Partido Comunista Chino, el mantenimiento de la unidad nacional y la expansión de la economía. Esto demuestra que, si bien el Partido Comunista le da una gran importancia a la Nueva Ruta de la Seda, la estabilidad social y política doméstica tienen un peso mayor que la persecución de una hegemonía internacional. China se encuentra en una encrucijada en cuanto a prioridades se refiere, ya que deberá oscilar entre el desarrollo interno y su perpetuación como superpotencia en la política exterior, pero con una capacidad económica mucho menor. Las ratios de crecimiento del gigante asiático se encontraban ya en descenso antes de la pandemia, pero esta ha acelerado el proceso y aumentado los porcentajes de desempleo.

Es especialmente interesante la capacidad que la propia iniciativa ha tenido de adaptarse en tiempo récord a las necesidades del momento, desarrollando aún más la “Ruta de la Seda de la Salud” o implementando la “diplomacia de la mascarilla”, a través de las cuales se han aprovechado los corredores, puertos, infraestructuras y logística para entregar material sanitario, lo que ha favorecido las intenciones del presidente Xi de convertir a China en un líder global en términos de cuidados médicos. Por ejemplo, el ministro de Asuntos Exteriores italiano, Luigi Di Maio, afirmó que su país recordaría a aquellos que los ayudaron en un período tan difícil, aludiendo a la ineficiente y descoordinada respuesta por parte de la Unión Europea, la cual ha intensificado el ya creciente euroescepticismo entre la población y sus políticos.

Por tanto, esta situación inesperada puede implicar una mejora para la iniciativa de Xi y alumbrar un BRI 2.0 en la era poscovid. Como hemos dicho, el Gobierno chino no cuenta con su anterior capacidad económica, por lo que deberá pensárselo dos veces antes de realizar una inversión, y aplicará un filtro más fino a la hora de construir, primando mucho más la utilidad y calidad de la infraestructura. Una oportunidad para rebatir las recurrentes críticas hacia los productos u obras chinos, a los que se suele acusar de deficientes. Esto debería venir acompañado de una renovación en lo relativo a transparencia contractual e informativa, lo que haría aumentar la confianza en el proyecto de terceros Estados, e incluso de entidades financieras internacionales como el Banco Mundial, de cara a diversificar el origen de las inversiones económicas. Por otra parte, la covid-19 ha supuesto un boom para el desarrollo de los aspectos no físicos del plan. Ya se ha mencionado la ‘Ruta de la Seda de la Salud’, pero es relevante también la ‘Ruta de la Seda Digital’. China está tratando de enfocarse y concentrar sus inversiones en formas más sofisticadas de conectividad nacional e internacional, como el 5G. Sea como sea, y dicho coloquialmente, el Gobierno chino y Xi han demostrado en numerosas ocasiones que su capacidad de adaptación les permitirá sacarse las castañas del fuego.

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