Pensiones
13 de junio de 2022

Es brutal, pero irrefutable, las descripción de la realidad que revela la conocida frase de Michael Hopf sobre el auge y la decadencia de las sociedades: “Los hombres fuertes crean tiempos fáciles, los tiempos fáciles crean hombres débiles y los hombres débiles crean tiempos difíciles”. Complementa este análisis de la situación, el traslado de esta apocalíptica sentencia al criterio bondadoso con la que se aprueban las leyes. Se podría afirmar que las regulaciones muy concesivas crean tiempos fáciles, que permiten la aparición de políticos populistas que, a su vez, provocan tiempos difíciles. Esto es lo que está pasando en el sistema de pensiones español. La buena marcha del mercado laboral en la última década ha dado como resultado un Gobierno, que se ha atrevido a desmontar la tímida reforma de 2013. Esta falta de responsabilidad de los políticos les lleva a agradar, sin criterio racional alguno, a los votantes. A nuestros gobernantes no les importa que la cruda realidad se acabará imponiendo. La inexorable jubilación de los baby boomers en los próximos años, representa una amenaza tan apremiante, que puede descarrillar por completo el sistema de pensiones. Tras muchos años en los que las pensiones pudieron sostenerse gracias al crecimiento económico y al fácil acceso a la financiación, han llegado los años de hierro para los planes de previsión. Ahora es contablemente imposible abonar las pensiones con los trabajadores que cotizan. Las pirámides demográficas se parecen ya más a una peonza que a una pirámide. Entre 2025 y 2035 se van a jubilar en torno a 62,4 millones de europeos, un 34,3% más que los 46,5 millones de ciudadanos que en ese
mismo periodo se incorporarán al mercado laboral. Esta desproporción supone un desequilibrio grave en las cuentas de la seguridad social. Si se quiere evitar una insoportable sobrecarga fiscal para empresas y trabajadores, lo que ahogaría la creación de empleo, sólo existe una solución: la incorporación de dos nuevos trabajadores por cada pensionista que entra al sistema. Esta solución es clara, pero… ¿qué político se atreve a poner el cascabel al gato? Por países, la mayor amenaza demográfica se cierne sobre Alemania, donde en la mencionada década se van a jubilar un 76,8% más de ciudadanos de los que se van a incorporar al mercado laboral. Le sigue Italia (un 61,4% más), Austria (58,6%), Lituania (54,6%), Portugal (48%), Croacia (45%), Eslovenia (40,7%) y España (37,2%). En el otro extremo de la tabla hay un país, Irlanda, donde el mercado laboral puede crecer por la vía demográfica sin inmigración, y otros dos, Francia y Suecia, que se pueden mantener estables. Sin embargo hay que tener en
cuenta que disponer de un número similar de trabajadores, para sostener a una cifra creciente de pensionistas, tampoco representa un éxito.
En el caso de nuestro país, el pavoroso desempleo juvenil (29,6%) retrasa la incorporación al mercado laboral, lo que no ayuda a hacer caja.

Los sistemas de pensiones de España, Italia, Bélgica, Grecia, Luxemburgo y Eslovaquia indexan las pensiones al IPC. Tal como ha advertido el Banco
de España, este acoplamiento agravará la situación de nuestro nación, porque supondrá un sobrecoste de 12.600 millones. Italia, Portugal, Suecia, Dinamarca, Finlandia o Países Bajos establecieron medidas para moderar las pensiones conforme aumentase la esperanza de vida. España también participaba de esta normativa hasta que Pedro Sánchez lo suprimió. Por mucho que nuestros políticos enmascaren el desajuste, España tiene todas
las papeletas para que a la gran crisis en la que estamos se le añada otra peor: la de las pensiones.

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